sábado, 30 de abril de 2011

Carta del subconsciente al consciente.

[Consciente]
[Subconsciente]

Son en este tipo de noches, en esas en las que te encuentras sola y te arden los ojos, cuando te das cuenta de que le echas de menos.

Echas de menos esas noches maravillosas que pasabas hablando, compartiendo y riendo con esa persona tan estupenda que conociste. Te encantaba descubrirle cada día un poquito más. Llegó un punto en el que si no hablabas un mínimo con él en tres días, le echabas de menos. Se convirtió en un ser esencial en tu vida facebookiana. Necesitabas estar de chatloteo con él, lo pasabas tan bien…

Te encantaba cuando te saludaba; te parecía tan surreal. Él saludándote a ti, porque, aunque sabes que no hay que ponerles a un nivel inexistente, sigue haciéndote ilusión. Mucha. Porque no es un cualquiera, claro que no. No es uno que puedas ver cada dos fines de semana en Madrid. Es mucho más que eso. Y te encantaban. Claro que te encantaban las noches hablando con él. Es imposible que no te gustasen.

Aun te acuerdas cuando él te hizo la chica más feliz del mundo. Sólo bastaron tres palabras: “¿me lo regalas?”. O una frase: “los voy a poner en mi casa”. Te arrancó una sonrisa del tamaño de la luna cuando te dijo “si te quedas la última tendrás que venirte a echar unas cervezas”. ¿Cómo no coger cariño a esas conversaciones?

Lo bueno de todo esto es que aunque eches de menos hablar con él por las noches, entiendes a la perfección la situación. Por eso no te importa que sea así, de hecho, lo ves hasta necesario.

Lo bueno de él es que a pesar de andar liadísimo con todo lo que se la he venido encima (que no es poco), sigue siendo la misma personita que conociste hace meses. Aunque ya no hayan conversaciones con adulaciones ni cumplidos. Aunque las palabras bonitas y sus abracicos y besos cibernéticos cada vez que le decías algo agradable ya no estén presentes por la red, sabes que él sigue ahí. Aunque hayan llegado tres mil personas más dispuestas a decirle lo mismo que tu (aunque seguro que ninguna con tanta sinceridad como las que decías), aunque las conversaciones se limiten a cuando le ves en persona… lo sabes, sabes que sigue siendo aquél chico que tanto te sorprendió conocer, por el que decidiste apostar y poner la mano en el fuego.

Y bien apostado, muñeca. No te has confundido. Él va a seguir sorprendiéndote siempre, tanto personal como musicalmente, porque él es un ser incomparable. No hay humano semejante a él. Si algo le debes, es el haber ayudado a realizarte como persona. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero ha sido él quien te ha hecho madurar, pequeña. ¿Por qué? No lo sabes, ni lo sabrás nunca, pero es así. Invítale a una cerveza cuando le vas otra vez, que el muchacho se la ha ganado con creces.

¿Con creces? Claro, con creces. No se puede ser como es él gratuitamente, algún beneficio debe obtener por tu parte por alegrarte la existencia con lo que hace, y un par de cervecitas no están mal, ¿no?

Dale las gracias otra vez, anda, que seguro que esboza una sonrisita pequeñita al verlo.

Gracias, Pedro.
Gracias por creer, por apostar, por dejarte la piel, por dejar que el rock and roll fluya por tus venas. Por hacer que fluya por las nuestras.
Gracias por ser tan humano. Por seguir ahí, donde empezaste, en la tierra y no haberte creído una estrella (aunque lo seas).
Gracias por aquellas noches de conversación. Bien consciente eres de la ilusión que me hacía compartir momentos así contigo, aunque fuese a través de una pantalla.
Gracias por dejarme conocerte y abrirte. Por dejar meterme en tu vida de repente. Por aceptarme sin conocerme de nada.
Gracias por ser como eres gratuitamente sin esperar nada a cambio.
Gracias por hacerme feliz con todo lo que haces.
Demonios, gracias por todo.
(Y dale las gracias a tu madre de mi parte por haberte dado a luz y criado de esta forma. Por haberte hecho brillar en el firmamento e iluminarnos la vida a los demás).

Gracias, gracias, gracias.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
;