jueves, 31 de marzo de 2011

Abracico

Al hablar de gestos que representan sentimientos podemos enumerar muchísimos, por ejemplo, un beso, un apretón de manos, una caricia en la mejilla, un guiño de ojo, una palmada en la espalda, y otro tantos.

Pero hay un gesto que nunca podríamos pasar por alto, un gesto que a mi humilde entender, es capaz de hacer maravillas: el abrazo.


El abrazo no es solo apretar a quien nos haga compañía contra el pecho y nada más, sino que es, en primera instancia, símbolo de fraternidad, de comprensión y de compatibilidad. Pero si vamos más allá en el asunto, podemos encontrar nuevas e inigualables experiencias en este gesto. Cerrar los ojos y sentir el corazón del otro golpear contra nuestro pecho, contra nuestro corazón que a la vez golpea contra el otro, escuchar esa conversación silenciosa entre ambos cuerpos, percibir el intercambio de energías, porque los sentimientos, queridos, son energía. Cerrar los ojos y ser solo espíritu, ser, junto con el otro, solo uno. Confundir nuestros límites corporales y pasar a planos donde lo sentimental rige y ordena.
Abrazando, podemos sentir que aunque el mundo se venga abajo, nada nos sucederá, la suma de los dos es más fuerte que cualquier otra cosa, y al menos por ese momento de unión, todos los problemas parecen tener solución, nada es tan malo ni tan terrible y los dolores se dejan vencer otorgando lugar a la paz y la alegría.

Un abrazo, por más corta que sea su duración, llena el espíritu, llena el corazón y nos renueva por dentro y por fuera. Un abrazo quita el frío, el frío del cuerpo y el frío del espíritu como así también el frío interno del corazón, ese que muchas veces nuestra dura capa de orgullo no nos deja ver, pero que lo sentimos constantemente cuando estamos secos de amor.

Si, el abrazo, tan simple como suena, encierra mil y un sensaciones escondidas a la espera de quien sepa descubrirlas.


[Uno de Abril de Dosmilonce] Esta noche lo voy a pasar muy bien con tu cuerpo, ya no hay nada que perder. Me estremezco cuando me miras así, el deseo no me puede confundir. Aun recuerdo el día que te conocí, siempre supe que no eras bueno para mí... mal asunto, tu ya estás dentro de mí, tengo miedo de jugar y perder, de jugar y perder...

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