sábado, 30 de abril de 2011 0 notas musicales

Carta del subconsciente al consciente.

[Consciente]
[Subconsciente]

Son en este tipo de noches, en esas en las que te encuentras sola y te arden los ojos, cuando te das cuenta de que le echas de menos.

Echas de menos esas noches maravillosas que pasabas hablando, compartiendo y riendo con esa persona tan estupenda que conociste. Te encantaba descubrirle cada día un poquito más. Llegó un punto en el que si no hablabas un mínimo con él en tres días, le echabas de menos. Se convirtió en un ser esencial en tu vida facebookiana. Necesitabas estar de chatloteo con él, lo pasabas tan bien…

Te encantaba cuando te saludaba; te parecía tan surreal. Él saludándote a ti, porque, aunque sabes que no hay que ponerles a un nivel inexistente, sigue haciéndote ilusión. Mucha. Porque no es un cualquiera, claro que no. No es uno que puedas ver cada dos fines de semana en Madrid. Es mucho más que eso. Y te encantaban. Claro que te encantaban las noches hablando con él. Es imposible que no te gustasen.

Aun te acuerdas cuando él te hizo la chica más feliz del mundo. Sólo bastaron tres palabras: “¿me lo regalas?”. O una frase: “los voy a poner en mi casa”. Te arrancó una sonrisa del tamaño de la luna cuando te dijo “si te quedas la última tendrás que venirte a echar unas cervezas”. ¿Cómo no coger cariño a esas conversaciones?

Lo bueno de todo esto es que aunque eches de menos hablar con él por las noches, entiendes a la perfección la situación. Por eso no te importa que sea así, de hecho, lo ves hasta necesario.

Lo bueno de él es que a pesar de andar liadísimo con todo lo que se la he venido encima (que no es poco), sigue siendo la misma personita que conociste hace meses. Aunque ya no hayan conversaciones con adulaciones ni cumplidos. Aunque las palabras bonitas y sus abracicos y besos cibernéticos cada vez que le decías algo agradable ya no estén presentes por la red, sabes que él sigue ahí. Aunque hayan llegado tres mil personas más dispuestas a decirle lo mismo que tu (aunque seguro que ninguna con tanta sinceridad como las que decías), aunque las conversaciones se limiten a cuando le ves en persona… lo sabes, sabes que sigue siendo aquél chico que tanto te sorprendió conocer, por el que decidiste apostar y poner la mano en el fuego.

Y bien apostado, muñeca. No te has confundido. Él va a seguir sorprendiéndote siempre, tanto personal como musicalmente, porque él es un ser incomparable. No hay humano semejante a él. Si algo le debes, es el haber ayudado a realizarte como persona. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero ha sido él quien te ha hecho madurar, pequeña. ¿Por qué? No lo sabes, ni lo sabrás nunca, pero es así. Invítale a una cerveza cuando le vas otra vez, que el muchacho se la ha ganado con creces.

¿Con creces? Claro, con creces. No se puede ser como es él gratuitamente, algún beneficio debe obtener por tu parte por alegrarte la existencia con lo que hace, y un par de cervecitas no están mal, ¿no?

Dale las gracias otra vez, anda, que seguro que esboza una sonrisita pequeñita al verlo.

Gracias, Pedro.
Gracias por creer, por apostar, por dejarte la piel, por dejar que el rock and roll fluya por tus venas. Por hacer que fluya por las nuestras.
Gracias por ser tan humano. Por seguir ahí, donde empezaste, en la tierra y no haberte creído una estrella (aunque lo seas).
Gracias por aquellas noches de conversación. Bien consciente eres de la ilusión que me hacía compartir momentos así contigo, aunque fuese a través de una pantalla.
Gracias por dejarme conocerte y abrirte. Por dejar meterme en tu vida de repente. Por aceptarme sin conocerme de nada.
Gracias por ser como eres gratuitamente sin esperar nada a cambio.
Gracias por hacerme feliz con todo lo que haces.
Demonios, gracias por todo.
(Y dale las gracias a tu madre de mi parte por haberte dado a luz y criado de esta forma. Por haberte hecho brillar en el firmamento e iluminarnos la vida a los demás).

Gracias, gracias, gracias.


jueves, 28 de abril de 2011 0 notas musicales

Él es.

Son sus cejas.
Son sus penetrantes ojos marronesoscuroscasinegros.
La forma de éstos.
Son sus pelos perfectamente despeinados.
Es su barba cuidada.
Es su boca.
Su media sonrisa (de rigor o no), aunque a él no le guste.
Son sus camisas de cuadros.
Son sus pantalones vaqueros pitillo.
Son sus botas de guiri, pero guiri de los de antes.
Son sus abrazos al terminar los conciertos.
Son sus besos en la mejilla.Es su capacidad para hablar.
Es su forma de escribir.
Es su particular forma de hacer sonreír.
Es su alegría compartida.
Son sus ganas.
Es su esfuerzo.
Es su gran modestia.
Son sus noches en vela.
Son sus experiencias.
Son sus nuevos acompañantes.
Es su aventura.
Es su oportunidad.
Es la oportunidad que nos brinda a los demás de ver algo muy grande.
Son sus letras.
Son sus melodías.
Es su forma de sentir.
Es su cualidad para hacer todo bonito.
Son sus aptitudes.
Es su actitud.
Es su capacidad para hacernos llorar.
Es su forma de contar.
Son sus maneras.
Son sus historias.
Es su voz.
Es su guitarra.
Es su piano.
Son sus manos.
Son sus enseñanzas.
Son sus alabanzas.
Es su agradecimiento por lo innecesario.
Es su plenitud.


Es Jorge Marazu y por todo esto y más, hoy por hoy, apuesto todo, todo, todo, por su música. Hasta el fin del mundo.




jueves, 21 de abril de 2011 0 notas musicales

La pasión de Cristo

Valiente película de Gibson.
Un filme que muestra dureza impresa en imágenes... y es muy difícil de ver. Se podría decir que es incalificable, puesto que cuando uno termina de verla no sabe con certeza qué decir de ella, qué opinar. . . No aburre en ningún momento, aunque, ciertamente, sólo he visto la mitad, ya que me tapaba los ojos cada dos por tres.


Momento en el que Cristo se limpia la sangre con una sábana blanca
ofrecida por una mujer. Más tarde en ella se verá impresa la cara de
Jesús en sangre.

Sabía que era un filme duro, y por supuesto, y sin que ello tenga nada que ver para poder valorar el filme como bueno o malo, que era religioso. No creo que en mi vida haya tenido que cerrar tantos los ojos al ver unas imágenes en la pantalla. Es un film cruel, desgarrador, sangriento. Hace sufrir. Las imágenes se te quedan en la retina y grabadas en la cabeza y, si quieres entender algo, has de leer, –excelente idea la de no doblar la película y dejarla en su V.O. en los dialectos de la época, latín y arameo- . Es entonces cuando te das cuenta del poder de las imágenes ya que sin entender nada, sólo viendo, puedes sentir; sufres, padeces… una mirada es un todo en este largometraje. Un gesto, un gemido, una palabra sin entender, eso señores, es cine.

Que nadie acuse a este filme de comercial, pues puede pecar de todo menos de eso.

Una buena fotografía, una buena banda sonora, una interpretación de Jim Caviezel magnífica (cierto que parece que sufra de verdad, es un papel muy bueno), además de las interpretaciones del resto del elenco. Independientemente del gran parecido físico entre el actor y la imagen conocido por todos de Cristo, el mero hecho de que las inicales de él coincidan con JesuCristo pone los pelos de punta. Mas si éste, al inicio del rodaje, contaba con la edad de 33 años (edad a la que murió Cristo).


Momento de máximo sufrimiento transportando su cruz.

Tardé en ponerme a pensar si La pasión de Cristo era una obra maestra o un dantesco festival de sangre (ya que al parecer, esta película la odias o la amas, no hay término medio), es un shock muy fuerte. Aun ahora todavía me debato entre si se podría haber ahorrado algo de crueldad y sangre o no, aunque el efecto buscado no sería el mismo, y la verdad, modificada sería. Veo en La pasión de Cristo una fuerza en las imágenes magistral, una puesta en escena realísima, un dolor, un sufrimiento, un temor por lo que puedan ver tus ojos al segundo siguiente que da miedo. Cuando te das cuenta, ya estás allí. Estás dentro de la película, se te ha olvidado que estás sentada en el salón de tu casa, que las imágenes que ves no son reales y que estabas comiendo unas deliciosas palomitas.

Judas y Cristo, momentos antes de ser vendido.

No voy a engañar a nadie. Reconozco que La Pasión de Cristo es una película difícil de digerir, al margen del credo de cada uno. Y, desde el aspecto más puramente cinematográfico, aplaudo todos y cada uno de los elementos que la componen, desde los actores –perfectos todos y cada uno de ellos- hasta la puesta en escena, pasando por la fotografía, la música, el sonido… no hay que olvidar que esta es la visión del cineasta sobre el Nuevo Testamento, sí, pero siempre desde un punto de vista tan respetuoso como respetable, tan hiperrealista como brutal.

Hay escenas inolvidables. Aquella en la que Jesucristo clava su débil mirada en el cielo y dice a duras penas “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. De las películas que se han hecho sobre Jesús, que se pueden ver una a una todos los años bien repetidas en Semana Santa, creo que Gibson es el que más y mejor se ha acercado a la pasión, pero claro, parte con ventaja al concretar simplemente con uno de los aspectos más importantes de la vida de Jesús, su muerte, aunque a veces al cineasta se le puede tachar de cruel al mostrárnosla casi tal y como fue y hacer sufrir hasta al espectador más duro e indiferente, concepto que, creo, no abundará entre las personas que la hayan visto.


María Magdalena, Vírgen María y San Juan

Por primera vez en mi vida no sé cómo calificar este filme. Tengo 19 años, quizás demasiado joven para haber visto un buen numero de buenas películas y poderme considerar algo experta o conocedora del cine, pero con criterio suficiente como para haber podido tener mi propia opinión sobre lo que el buen cine es.

Estoy anonadada. Mel Gibson me ha sorprendido, impactado, me ha hecho llorar, padecer, sufrir, rabiar… Me ha sorprendido que el cine pudiese llegar a ser tan real.


Cristo levanta a María Magdalena del suelo tras haberla salvado
de la lapidación a la que iba a ser sometida


Entro en el llamado “público demasiado sensible para ver este filme”, La pasion de Cristo es dura, durísima, pero el que se atreva a juzgar que tire la primera piedra.


Mejor escena del filme. Cristo en el taller realiza una mesa, mientras
María le llama para ir a comer.
lunes, 18 de abril de 2011 1 notas musicales

Improperios

Se vieron por la mañana, charlaron, se miraron, idearon… poco más.
Por la tarde-noche volvieron a verse, desde posiciones distintas. Él dentro, ella fuera. Quedaron para verse en un ratito, mientras él la dejaba al cuidado de sus camaradas. Pero sus camaradas no la cuidaron demasiado, (bueno, si la cuidaron, pero ellos también tenían sus necesidades y debían saciarlas a golpe de tequila), así que tuvo que llamarle para informarle de sus movimientos.

Cambiaron de lugar, y se encontraron todos ahí, menos él. Entre todos mataron la noche a base de Arehucas, cervezas y tapones de Jack Daniels, y cuando ya se iban de ahí apareció él, sonriente, feliz.
Él se quedó dentro, mientras ella y uno de los camaradas de él, apuraban en la calle los últimos tragos de su botellín. Él, dentro, destaponaba una botella de agua. Salió, caminó hacia ella y, con dulzura, observó la rodilla de ella, con una mezcla de asco, grima, dolor y compasión en su mirada.

Caminaron.

El pelotón se paró en medio de la calle. Él, decidido, defendía la idea de marcharse al hotel; los demás nos opusimos. Aún quedaba una última copa en el bar de la calle paralela. Mientras se discutía el plan, ella decidió jugar con su querido juguetito del frenillo y él, con la cara que siempre pone, se quedó observándolo.

- Pues al besar no se nota, al menos si tiene piercing en la lengua el otro.
- ¡¿Cómo?! ¿Qué se me han adelantado? Yo tenía que estrenarlo :(

Para convencerle, ella le agarró el bracito, con cariño, sabía que después de lo que le acababa de decir esa era la solución. Aceptó encantado. No tenía ninguna intención de irse al hotel sólo…

Entraron, observaron el panorama. Los camaradas de él y la de ella, marcharon “al fondo a la derecha”, así que ellos estuvieron esperándoles, sin saber realmente dónde estaban, mientras ella se congelaba por el frío aire que salía del techo y él la agarraba para que se calmase.

Salieron a los 3 minutos de estar ahí. Dirección: hotel. La compañera de ella sabía que eso no era lo correcto, al día siguiente tendrían que dar explicaciones y no estaba por la labor. Pero el poder de convicción de unos y de otros, y las propias ganas que tenía fueron suficientes para no cambiar la ruta y no tomar la dirección contraria a la de los acompañantes.

Caminaron. Ella, sin saber muy bien por qué, comenzó a mostrar su cochino arte por el camino, dejando a todos flipados, descojonados… pero, oye, ella se acababa de ganar a los tres. Y lo sabía. Sabe que con eso consigue que todos la miren de otra forma… es raro ver algo así en una mujer. (Seguían caminando con los brazos entrelazados).

Entraron. Comenzaron los gritos. Uno de los camaradas del inicio (a partir de ahora será bautizado como Camarada 1) desde arriba gritaba al camarada (Camarada 2) que estaba abajo, mientras el de seguridad suplicaba que no se armase jaleo (te invito a pisar los charcos desde mi hotel hasta tu barrio!). Ascensor. Camarada 2 y su colegui se dispersan, intentan entrar en puertas ajenas. Mientras tanto, los demás se van a la habitación. Entran. Lo primero que ve es una Fender encima de la cama. Duda. Se pone nerviosa. Sabe que no debería, pero se sienta y empieza a tocar flojito, no muy alto, que la pueden escuchar. Vuelven. Coge la guitarra Camarada 2. Wow.

Él, cansadico, se tumba en la cama. Ella sigue sentada, no le parece lo correcto (no de momento). Charlan. Se ríen. ‘Me voy, que mañana tengo que ir a Misa’. Risacas a más no poder. Ha llegado el momento en el que ella decide posar su espalda sobre las sábanas, así se está más a gusto. Continúan charlando, disfrutando de la compañía. Ella estira el brazo derecho. Él hace lo mismo con el izquierdo. Poquito a poco, las manos se van acercando, hasta que se entrelazan. Se quedan así un buen rato, mientras él va cerrando los ojitos poco a poco. Entra Camarada 1. ‘¡Mírales! ¡Pero si están de la manita!’. Difícil situación cuando él decide sentarse al lado de ella. No importa, cada uno a lo suyo. Agarra la Fender, ella se queda anonadada, pero no suelta la mano de él.

Vuelven los momentos estelares de ella. Camarada 1 se queda completamente alucinado. No puede parar de reír. La abraza. ‘Tía, eres mi ídola. Te voy a llevar de gira conmigo! Di “Pene”. Ahora algo más fuerte… “Testículo”, jajajajajaja’. La habitación estalla en risas. Han llegado a un punto en el que ya todo da igual, lo que tenga que ser, será.

Él gira su cuerpo un poquito. Su pierna pasa por encima de la de ella. Se quedan quietos, pero sus manos siguen moviéndose. Los dedos se acarician. Les gusta mucho la sensación.

- ¿Y si apagáis alguna luz no estaréis mejor?

Él estira el brazo derecho y apaga la lucecita que tienen al lado. Sus manos siguen entrelazadas, sus miradas se cruzan. Se acercan poco a poco. Se besan. Sus labios bailan a la vez, y las lenguas juegan al pilla pilla. A pesar de la situación y la compañía, ella consiguió estar a gusto, sin incomodarse. Todo lo contrario, estaba muy cómoda con él, a pesar de escuchar comentarios al respecto de la situación de los demás acompañantes.

- ¡EH! ¡PUES EL PIERCING SE NOTA!

Risas por parte de todos. Siguen a los suyo.

Camarada 2 abandona la habitación. Ellos continúan; ya nada les importa. La noche sigue adelante, ellos también. Los besos cada vez se vuelven más pasionales, con más fuego.

[…]

Él se levanta, vuelve a la cama con ella, que le esperaba tapada con la manta.

- Estás ardiendo, pareces una estufa.

Posa su mano en la frente de ella para ver si no se estaba poniendo malita, con fiebre. Ella asegura que está bien, pero él insiste en que su cuerpo arde.

- En serio, estás a 40 grados…
- Estoy bien, no te preocupes. Es el momento.
- ¿Segura?
- De verdad, estoy perfecta. Mejor imposible.

Siguieron abrazaditos. Sus cuerpos se tocaban; las bocas se buscaban buscando un beso de despedida.
miércoles, 13 de abril de 2011 1 notas musicales

Días surreales. Personas reales.

Ha llegado a un punto en el que todo le parece muy surreal. Demasiado. Ciento cincuenta y ocho días han pasado y, en este tiempo, ella ha crecido. Se ha hecho más madura, pasó de los dieciocho a los veinticuatro de un salto, aunque haya gente que diga que todavía es muy niña. Ostia, pues claro que lo es, sólo tiene diecinueve, aunque físicamente aparente cinco más. Pero, digan lo que digan, ella ha cambiado. Se ha hecho más adulta de lo que esperaba, antes de tiempo tal vez.

Y esto tiene una desventaja para ella, y lo sabe, pero le gustan los retos. Sabe también que debería hacer más planes con la gente de su edad, salir, beber, el rollo de siempre… pero le gusta mucho más perderse por locales de música en directo, con gente que incluso le dobla en edad… pero esas personas son sus amigos. Tal vez no sean los más íntimos, pero nunca le han fallado, siempre han estado ahí para darla conversación, para reír, para pasar un buen rato. Han sido ellos los que la han ayudado a crecer.
Pero, volviendo a lo surreal. ¿Por qué es surreal? Ella lo sabe, conoce todo, pero no deja de sorprenderse con cada paso que da.

Surreal porque nunca pensó que le conocería. Que conocería a aquella persona que la ha enseñado, inconscientemente, todo. Con el que tantas veces soñó mediar conversación o, simplemente, intercambiar una mirada. Pero ocurrió. Él llegó, apareció una noche por un garito madrileño acompañado de sus amigos. Y se miraron. Y hablaron. Hablaron durante mucho tiempo, para sorpresa de ella, que se creía tímida e introvertida. Sí, si algo tiene claro la muchacha es que él cambió su forma de ser, y con ello, su vida. Jamás creyó que pudiera compartir tanto con él… una conversación de música, su cara a cinco centímetros, y todo lo que vino después.

¿Veis? Primera cosa surreal.

Ella estaba convencida de que jamás se volvería a enamorar. Y lo hizo. Lo hizo de muy buena gana, con fuerza, con pasión… de una forma verdadera. Y sigue enamorada de él, pero ha aprendido a no llorar. Sabe que si tiene que pasar, pasará; ella no va a sufrir más por él, prefiere esperar. Y si nunca logra conseguirle, no pasa nada, porque es feliz. Muy feliz queriéndole en silencio (otro símbolo de madurez. Ella antes lloraba por las esquinas cuando no la hacían ni caso, se quedaba sin ganas de nada. Ya no. Ahora sabe que la vida sigue, con o sin él. Y no se va a quedar quita; no va a dejar de aprender de otros mientras le espera. No. Ya no).
Y le parece surreal porque ha conseguido lo que ya creía imposible. Él, cada día que hablar, le devuelve la ilusión, y la hace sentirse importante cuando le cuenta sus novedades, o cuando hace comentarios bonitos sobre ella a los demás. Surreal porque él aprecia su arte más que ella.

¿Más?

Nunca pensó que lo haría, que se adelantaría a todos los demás, que gozaría de un privilegio tan importante para ella. Tenía como imposible compartir tanto con él. Es un tipo grande; el más grande de los pequeños, y él y ella han vivido juntos algo muy bonito… y único.
Sí, porque él sabe cómo tratarla. Conoce las palabras mágicas para hacerla sonreír, para hacerla feliz. Y a ella le encanta la complicidad que tiene con él, y sabe que le debe demasiado… sigue siendo surreal haber llegado hasta ese punto con él.

¿No os convence todavía?

Surreal porque una buena noche llegó él y le regaló una de las cosas que más ilusión le podía hacer. ¿Por qué surreal? Pues porque le conoció esa misma noche. Tan sólo llevaban quince minutos hablando y ya se lo propuso. Le hizo la chica más feliz del mundo gratuitamente. Pero aquí hay una segunda parte. Él, días después, quiso hacerla todavía más feliz. Le propuso un viaje. Un viaje para conocer, para presenciar el inicio de lo nuevo. Una travesía para disfrutar, desinhibirse, emborracharse, hacer fotos y añadir conocimientos geográficos. Le regaló uno de los mejores días de su vida.

¿Es o no es surreal el día a día de la chica? A ella todavía le cuesta creerlo… y no encuentra la forma de agradecer todo a todos, ¡son tantas las cosas que hacen por ella!

… ¡y esto se acaba de quedar sin conclusión final!
viernes, 8 de abril de 2011 0 notas musicales

Raíces

Te fuiste de estas tardes, largo invierno sin final, sin nubes negras, sin espinas que guardar. Me quedó el escombro de tu olor, se le olvidó a la(s) venas sangrando, sin los días que van desembarcando. Sin pedir explicación descosí mi pasión desescombro el eco de mi voz. Descubrir formas diferentes de vivir, encontrar calles nuevas para patear. Decidí hoy partir, son las manos, pasas delante de mi casa sin dedicar ni una mirada a las pareces que esconden tus recuerdos. Recuerdos que quedaba(n) entre tú y yo. Doy la vuelta a esta loca canción... Deja a un lado cicatrices de un borracho. Soy el violinista en el tejado, con un pie en el otro mundo si doy un paso en falso. Aunque no siento más dolor, la piel que se endureció tras espinas de cristal. Entre los minutos la madrugada va a llegar: el barco pirata ya se acerca. Ajustados pantalones e ilusiones en mi bolsa van, el viaje comienza, otro día, otra ciudad espera. Prisas, risas, ahogan el ritmo a la canción, yo le pondré las notas de un flechazo. Queda noche por beber, mucho ruido por hacer, ¡arde el viernes! Faltan bares que cerrar, quedan historias que inventar, arde el guión alquilando tu culebrón. Tantos cuentos que te oímos contar, con tanto misterio para ocultar esta cara que trepaba, sintiendo sombras de calles olvidadas. Entre sus ojos gotas de dolor. No puede encontrar una buena opción de vivir, de morir...

¡NO! Rendirse no es ninguna opción que queda dentro de este corazón.


miércoles, 6 de abril de 2011 1 notas musicales

Besos en el cuello

Se sentaron en el sucio suelo, pero no les importó manchar sus pantalones con la porquería de la calle; era mejor opción que quedarse de pie. El frío invadió su cuerpo, que se movía a ritmo de rock a causa de la tiritona que la baja temperatura le provocaba. Ella, para no verle así, sacó de su bolso su pañuelo y chaqueta; él los aceptó. Ahora bien, ella no sabía que, mientras él apuraba las últimas caladas de su cigarro, sería su cuerpo quien tiritaría. La vió, así que tomó la decisión de pasar su brazo alrededor de su cintura, pegando el cuerpo de ella a su pecho par actuar de cortavientos. Fumaron abrazados.

Entraron de nuevo en aquel local del que habían salido a manchar sus pulmones. Él se reía de ella, de su poco campo de visión. Se lo pasaba tan bien quitándola sus gafas y pasando sus manos delante de su cara, vacilándola, acariciando con fuerza sus facciones que ella no podía hacer más que limitarse a reir. Se divertía parándose delante de ella, a menos de 7 centímetros, y mirándola a los ojos con fuerza mientras sus manos se entrelazaban. Y bebieron. Brindaron y rieron. Aprendió de él cómo hacer bien una cejilla y, a pesar de casi romperla el dedo para ello, fue el mejor maestro que ha tenido nunca.

Y salieron.

Caminaron abrazados; ya no sabían si se abrazaban por el frío o porque sus cuerpos se atrían. Tal vez una fuerza mayor les impulsaba a unirse. La mano de él comenzó a moverse por su espalda, haciéndose un hueco entre la camiseta y la piel. A ella le gustó. Sí, y no quería que parase, aunque supiese que eso no estaba del todo bien. Pero, ¿qué iba a hacer si a él le gustaba tocarla y a ella le gustaban sus manos? Hay impulsos contra los que es mejor no luchar.

Se paró en seco. Ella con él. Él sacó su mano derecha del bolsillo, giró su cuerpo 45º y la abrazó con fuerza, minetras su boca se deslizaba con cuidado por su cuello y lo besaba.

Los besos en el cuello. Zona peligrosa. Él no sabía que a ella se le compraba con ellos, que eran su perdición y que una vez que empieza le cuesta parar. O tal vez si que lo supiese y lo hacía a conciencia, tratando de buscar un desliz.

Sonrió. Ella le miró a los ojos, con esa media sonrisa que se le pone cuando ha bebido, y volvió a abrazarle. Amabas bocas buscaron los cuellos del otro. Siguieron caminando con las manos bajo las camisetas.

Continuaron bebiendo, riendo, hablando, brindado.... pero su cuerpos no se separaban. Las manos de ambos buscaban las piernas del otro para deslizarlas por ellas. Se acariciaban con dulzura, se miraban con ganas. Ella, sin querer reprimirse, le besaba esporádicamente la mejilla, agarrándole por el cuello. No eran besos cualquiera, no. En los labios de ella ardía la pasión inexplicable, y en las mejillas de él, receptivas, ardían las ganas.

Salieron de nuevo, entre abrazos, a la calle. Ambos sabían que se tenían que despedir en contados minutos, así que aprovecharon al máximo el camino que les quedaba juntos hasta llegar al destino de ella. Los abrazos se volvieron más frecuentes, ahora llenos de vitalidad, cargados de cariño, alcohol y rock and roll. Las manos seguían jugueteando, buscándose, escondiéndose tras la ropa, yendo cada vez más abajo. ¡TSCH! Quietos, que estáis en la calle y no estáis sólos. Un poquito de consideración, demonios.
Los besos en el cuello iban y venían, los corazones se agitaban con cada roce.

Llegaron a su destino.

Se separaron durante un par de minutos. El cuerpo de ella echaba de menos el de él. Deseaba que volviese a su lado, sentir sus brazos rodeando su cuerpo, su mirada posada en la suya. Sentir el pálpito en su manos.

Volvió, la abrazó con fuerza durante un tiempo mayor a todos los anteriores. Los besos en el cuello se volvieron más intensos. Los cuerpos se sentían, ellos se notaban. Los brazos de él rodeaban la cintura de ella con fuerza, mientras ella rozaba con su boca todo su cuello.

Entonces, él posó sus labios sobre los de ella.
martes, 5 de abril de 2011 1 notas musicales

¡Y él cree saberlo todo!

Dices que me conoces, pero te equivocas. No sabes que libros leo o que películas me hacen llorar, ni lo que quiero decir cuando te digo 'tal vez'. Ignoras mis obsesiones, o que suelos tener antojos una vez al mes, al menos. Cuántos hijos quiero tener, que quiero ser cuando me haga mayor, lo que me cuesta madrugar o lo que odio que me toquen las venas... Desconoces mis manías, mis cambios de humor... y la razón por la que creo que lo sé todo y en verdad no sé nada. Mis celos, mis lloros, mis risas...


-Pues entonces me gustaría conocerte y aguantarte, te lo prometo, tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros.


-Nadie puede prometer eso.


-Yo no soy nadie.

hastaqueseagoteelúltimolatidodemicorazón.






Fui yo quien dijo no, y ahora en la misma mesa
Se me enfría el café mientras dices que te va bien
...
He vuelto a recordar las tardes del café,
Las noches locas que siempre acaban bien
Y me he puesto a gritar estrellando el whisky en la pared
Por verte sonreír he vuelto yo a perder
domingo, 3 de abril de 2011 1 notas musicales

:)

A ti te gustaba tocarme...

... y a mi me gustaban tus manos.
 
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