martes, 17 de mayo de 2011

Dreams

Sus pies pisaban la fina arena blanca de aquella playa idílica con la que siempre habían soñado estar. El agua cristalina salpicaba sus piernas, pero aunque estaba muy fría y les mojaba la parte baja de los pantalones no les importaba. El sol arañaba sus rostros mientras los rayos acariciaban su piel encargándose de subir la temperatura corporal.

El brazo derecho de él posaba sobre la cintura de ella, haciéndola cosquillitas de ver en cuando para ver cómo ella se estremecía con su acto. Su mano izquierda jugueteaba con el bolsillo trasero del pantalón de él, escondiéndose en su interior de vez en cuando.

Caminaban, se reían, entonaban esos temas que tanto les hacían sentir, acompasando el ritmo de sus pasos al de la canción, todas ellas lentas, llenas de pasión y dulzura. Quizás esto hacía que tardasen una eternidad y completar cien metros, pero eran sus canciones y no estaban dispuestos a cambiarlas, aunque tardasen dos horas en recorrer su camino.

La brisa marina despeinaba su cabeza, enredando cada fino cabello con el otro hasta convertirse en una gran maraña. ¿Qué importan unos pequeños nudos teniendo en cuenta la situación que se estaba produciendo?

En un acto de solidaridad con ella, pensando en el duro trabajo que tendría que ejecutar a la hora de salir de la ducha y desenredar aquello, separó sus manos de la cintura, se colocó detrás de ella y comenzó a separar y deshacer los nudos, con delicadeza, tratando de no hacerla daño.

Pidió que parase, no quería que su día se convirtiese en un trabajo para él. Aceptó, pero permaneció en esa posición, haciendo de su propio cuerpo su sombra. Pasó sus brazos por debajo de los de ella, entrelazándolos, atrapando la cintura de su compañera. Redireccionó sus cuerpos.

Miraban al mar. Éste estaba siendo testigo del momento mágico que ocurria en la orilla, quería entrometerse, acariciarla a ella también... un ligero oleaje fue suficiente para mojarles enteros y romper el momento. O eso creía. Los cuerpos no se separaron, continuaron unidos, ya nada importaba. Ella echó su rostro hacia atrás mientras acariciaba la cara de él, con dulzura y suavidad. Agachó su cabeza, la miró y posó sus labios sobre ella.

Los cuerpos comenzaron a bailar acompasadamente, lo que empezó como una balada terminó con un sabor a rock and roll difícil de olvidar, se dejó querer cómo nunca lo había hecho por la persona a la que más quería. Descansando desnudos en la arena, una enorme ola de agua helada les azotó.

Despertó empapada. Abrió los ojos y miró a su alrededor. Encontró otro cuerpo desnudo sobre el que posaba su cabeza, y deseó poder quererle tanto como quería al chico de su idílico sueño.

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