domingo, 5 de septiembre de 2010
Lo admito, me siento perezosa. No en el sentido religioso del vicio que provoca la desgana. Tampoco en el sentido dantesco en el que los perezosos son esos desventurados que nunca han estado verdaderamente vivos. Más bien, lo contrario. Mi Pereza es el entusiasmo contagiado por Rubén y Leiva, en el concierto que han dado en Pozuelo de Alarcón. Y yo, que según me dicen soy más de rock duro (están todos equivocados), en los primeros acordes ya estaba enganchada y supe que sería un concierto memorable. Inevitablemente pienso en los otros pecados capitales. La lujuria de chicas gritándole a Leiva cosas que no quiero (ni debo) reproducir aquí, sólo en sitios con dos rombos, incluso, podría llegarse a confundir con gula. La avaricia de querer más y más música, de sentir que dos horas de concierto no llegan. La ira de no escuchar alguna canción casi obligada. La envidia de ver que hay gente que puede ganarse la vida haciendo lo que le gusta y disfrutando de ellos. Y la soberbia de quien entendió que Rubén le había guiñado varias veces el ojo. Yo, que en cuestiones musicales voy a donde el oído y el corazón me llevan, me siento especialmente satisfecha de que artistas de la talla de Pereza, quienes, meses atrás habían estado tocando en el Rock in Río, donde sólo tocan los más grandes, lo hayan hecho aquí.



2 comentarios:

Unknown dijo...

¡nunca defraudan! ¡que grandes! Espero que lo pasases genial viéndolos :). Yo... en estos momentos tengo un mono de concierto que no lo centro, a ver si me puedo permitir volver a ir a algún concierto antes de que acaben la gira, jajaja.

¡Crean adicción! :P

Unknown dijo...

:O :O :O ¿Les va a volver a ver? Sabes que te tengo muchísima envidia ¿verdad? jajaja.

Pues vuelve a pasarlo genial, mejor aún si cabe. Y ya nos pondrás aquí la nueva crónica del bolo, que yo estaré ansiosa por leerla :)

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