martes, 16 de noviembre de 2010

Eterno Antonio Vega

Explicó alguna vez Antonio Vega que uno de sus pasatiempos favoritos llegaba al terminar el día, ya de madrugada. En ese momento le gustaba subir a la azotea solo. Allí, con un telescopio, se dedicaba a mirar durante horas y horas el manto celeste. Quizá, quién sabe, pensó alguna vez en cuál de esas estrellas terminaría él cuando llegase el momento de despegar, una vez que aquí ya no quedaba nada que hacer.

El momento llegó hace un año, seis meses y cuatro días. Y no por esperado resultó menos triste. Salvo alguna excepción, Antonio Vega era un respetadísimo compositor de esos sobre los que existe una unanimidad casi total. Pese a lo irregular de su trayectoria, la firma de Vega figura al lado de canciones como Cada uno con su razón, Una décima de segundo, El sitio de mi recreo, Lucha de gigantes , Elixir de juventud y un amplio etcétera que se hizo paso, sin empujones, entre lo mejor de la historia del pop en castellano.


Recuerdo como la prensa de todo signo y condición se convertió en una catarata de letras hacia él. “El chico de ayer”. “Antonio, ya ha entrado el sitio de su recreo”. “Ese chico triste y solitario”. Todos los músicos quisieron firmar una columna. Todos los periodistas desearon escribir sobre el último recuerdo asociado a una canción de Vega. Pero ninguno le hizo ni le hará justicia. Ninguno logró ni logrará esa precisión casi geométrica que su pluma tenía para encerrar en una metáfora ese particular amasijo de emoción: el de sentirte tan frágil y encogido que parezca que, de un momento a otro, te vayas a desarmar. Eso nadie lo ha hecho tan bien como él.



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