lunes, 30 de agosto de 2010

.

Riiing, riiiing.
Riiing, riiiing.
Riiiing.

Descolgó el teléfono al quinto tono y ahí estaba otra vez esa voz. Ese tonto que tanto asco le producía. No podía soportarlo más. Escuchar de nuevo la voz de esa teleoperadora de aquella escuela de aeronáutica a la que asistió el verano pasado le producía escalofríos. No podía soportarlo. Y él lo había intentado. Había intentado con todas sus fuerzas no sentir ganas de vomitar al escucharla. ¿Qué mal le había ocasionado ella? Solo intentaba ser amable con él para conseguir un cliente más el próximo verano.

... sin embargo, su asquerosa voz solo producía en el un efecto: matarla.

¿Qué era? Cada noche se preguntaba si lo que en su interior se hayaba no era más que un monstruo. Intentaba razonar, utilizar la cabeza y no dejarse llevar, pero ¿qué podía hacer? El deseo de tener su cuello entre sus dedos cada vez se hacía más fuerte. Y todo por su voz. Por esa voz, un poquito de pito y un poquito gangosa que tanto asco le daba.

No había alternativa. La noche pasada pensó: estás sobre aviso, voy a comerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
;