martes, 9 de octubre de 2012

Volveremos.

Te creía olvidado.
Te creía alojado lejos del epicentro de mi órgano vital cuando "Tan, tan. Llaman a la puerta otra vez. ¡Ya va! ¿Quién es?" Por la mirilla se te ve a ti, con tus ojitos y tu sonrisa, con ese movimiento rápido de pierna que denota impaciencia, esperando a que te abra. 
Pero no te voy a abrir. No te quiero volver a abrir. Mi casa tuvo jornada de puertas abiertas para ti durante más de Trescientos sesenta y cinco días y tu sólo quisiste entrar uno de ellos.

Pasó tiempo y la puerta siguió abierta para ti, pero preferiste curzar otra. No te culpo. Los días pasaban y cada vez entraba más corriente por la puerta. Logré cerrarla el día que asumí que ya no volverías, que no ibas a ser mío nuna más. Te perdiste, y te di por perdido cuando nos vimos y no nos dimos ni dos besos. Así hemos sido siempre de maduros tú y yo.

Pero ella te cerró su puerta en la cara, y has a vuelto a mí como un perro corre detrás de su amo. No debiste. Me conoces y sabes que por ti iría hasta Nepal si me lo pidieses. No debiste tocar la puerta si sabes mejor que yo que no vas a entrar otra vez, aunque te gusten mis ojos.

Hola, la puerta está abierta. Te espero ahí, en el rincón donde despertaste aquella mañana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
;